Frío, mucho frío. Cielo nublado, alguna lluvia. Viento helado. En aquella gran casa, llena de pasillos, el silencio acampaba a sus anchas. Algún estornudo, el pasar de las hojas de los Diurnales o el tintineo de las cuentas de los rosarios... En esta atmósfera mis hermanos de Seminario y yo, hemos estado viviendo esta última semana, haciendo ejercicios espirituales antes de que comience el curso. Dias llenos de DIOS. Mañanas y tardes en las que acompañados por el silencio, hemos estado interiorizando el Evangelio en nuestro corazón, pidiendo "conocimiento interno de Jesús", saneando nuestros sotanos de absurderías, ayudados por Él. Sorprendiéndonos del IMMENSO AMOR que tiene Dios por cada uno de nosotros, y es que, aunque caigamos una y otra vez, Él nos sigue amando, aceptándonos tal y como somos, con nuestras pequeñeces.
Recordando que nuestra relación con Dios es igual a la que se dá en la parábola del "Hijo Pródigo", lo que pasa es que, y más hoy, la parábola se repite en nuestras vidas una y otra vez.
Descubrir como profesa Dios su cariño.
Como hecho anecdótico, un día "rezando" juntos algunos hermanos, encontramos un gato pequeño, raquítico, lo acogimos y le pusimos por nombre "Guillermina Casulla de la Estola". Guillermina acabó en la casa del conserje. Aún recuerdo como metía su cabecita dentro del vaso de leche...